Obcecarse con un objetivo tiene el peligro de obsesionarse con éste y exagerar ante los fracasos. Tengo la sensación que los años han pasado como si de un sueño se tratara y el sueño poco a poco va tornándose en una pesadilla. Sucede como en cualquier otro sueño, en el que tu meta es el paraíso y en el camino las cosas se van enredando.
Recuerdo aquel día en el que tomé el avión hacia el norte del continente buscando una nueva experiencia, renovar los aires y buscarme a mi mismo que hacía tiempo no me veía ni en el reflejo del espejo. Tomando aquel tren que me conduciría a la residencia, con aquel idioma que me recordaba al élfico del "Señor de los anillos", aquel cielo tan azul acompañado del verde tan intenso. La primera semana, con sus juegos de introducción a la universidad, las clases tan peculiares con sus materiales didácticos, la gran cantidad de gente diversa de distintos países que no hubiera imaginado conocer, y lo más importante, mi libertad para hacer con el tiempo lo que quisiera sin tener que dar más cuenta que a mí mismo.
El tiempo fue pasando, contento con mi nueva situación y sin tener ganas de incluir a ninguna segunda persona en mi vida cuando, apareció ella con su sonrisa y su presencia. Las conversaciones se sucedían en las largas noches hasta que el sol asomaba por la ventana anunciando el inicio de un nuevo día y nosotros con más ganas de seguir conociéndonos. Desde un principio se veían algunas incompatibilidades entre los dos, asperezas o desacuerdos que eran irrelevantes ya que nunca me había sentido como aquel entonces; cautivado por una persona llegando a lo más adentro de mi ser.
Con el final del año abordaban las dudas de cómo se iba a presentar la nueva relación, una relación que tendría que hacer frente a la gran dificultad de la distancia acompañada del tiempo. La siguiente visita era esperada con ansias, le iba a mostrar mi tierra de la que me siento orgulloso y fue entonces donde nos prometimos amor eterno. Encontré una mujer que le dio sentido a mi vida y por la que sentaría la cabeza con más razón, pero ello requería hacer las cosas bien y finalizar los estudios antes de independizarse.
Dos años después, tras sólo hacer uso de mi tiempo para estudiar y exprimir mis capacidades más de lo que dan de sí, como nunca hice jamás en mi vida, la recompensa iba a ser iniciar la siguiente nueva etapa. Sin embargo, esta vez no me encuentro con aquella fuerza y nerviosismo de ilusión ante lo desconocido. Sin embargo, esta vez siento miedo, desconcierto y muchísima resignación. Dos años han pasado entre papeles y nervios, entre cafés y exámenes, entre apuntes y cuatro paredes. Yo contra el mundo y mientras tanto una mujer que me anhela, mujer a la que anhelo; sentimiento que debo ignorar para poder derrotar a mis demonios y salir en la búsqueda de mi amada tras la victoria. Demasiadas batallas se forjaron y demasiados problemas que no atendí como se debieran haber atendido. Ahora son heridas de guerra, cicatrices que duelen cuando el tiempo empeora y recuerdan las malas pasadas haciéndolas incluso rebrotar ensangrentándolo todo.
Como hemos aprendido de las películas, nunca es tarde para recuperar al verdadero amor... y yo necesito jugar la última baza antes de tirar la toalla.
Que sea lo que Dios quiera, dirían algunos. No queda otra que aceptar lo que venga, abiertos a cualquier final.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario