miércoles, 30 de julio de 2008

Transeunte.


Amanece en un día con sol y sin nubes y el aroma del aire está enrarecido. Hoy la manzana parece relucir pero de un aspecto sin alma, con un sabor sin fuerza y un brillo mate. Agarro las llaves y salgo cerrando la pesada puerta de madera que como noches atrás ha quedado inchada por la humedad transmitiendo el vibrar del crujir tras el tacto del frío metal del pomo. Los escalones de desigual altura por sus largos años como ojeadores inhertes aguardan mis zapatos, zapatos que quedarán en la memoria de sus peldaños aunque sin distinción ante tantos pies que tocaron su superficie. Allá en el rellano abro el buzón y está repleto de papel, papel y más papel. Tras un vistazo y desechar el "coma aquí", "gaste allí", me queda en la mano los sobres de correspondencia, esperando recibir noticias de aquellos compañeros de juventud, aunque llegando a la realidad  no hay quien me recuerde mas que el banco y las compañías de teléfono. Guardo los sobres en mi cartera, me ajusto el sombrero abrocho el gabán y prosigo mi camino, camino hacia un nuevo día... gris.

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