viernes, 7 de junio de 2013

Ego me absolvo a peccatis mea.

Yo he nacido en el mundo de la tecnología. Viví aquellos momentos en los que el ordenador entraba con mayor facilidad a las casas y empezábamos a tener Internet. Poco a poco fuimos visitando sitios de chat, públicos y/o privados, y haciendo más fácil compartiendo cualquier tipo de cosas en cuestión de segundos.


Me encuentro hoy día con volúmenes ingentes de información rodeándome a cada segundo y me pregunto, ¿era antes así? Las miles de fotos que tenemos, al no costar dinero disfrutarlas porque no necesitamos imprimirlas, se quedan en nuestros álbumes personales dentro del ordenador, almacenados en Pen-Drives y otros dispositivos de almacenamiento. ¿Siguen teniendo, pues, la misma importancia que tenían las fotos cuando yo era pequeño? Aquellos portales del tiempo para viajar a los buenos momentos y no tener la preocupación de que se nos olviden casi los detalles.


Me incluyo en el montón, todavía, de las personas que guardan archivos, números de contacto u otras cosas de personas que ya ni siquiera forman parte de nuestros círculos cotidianos. Esas personas, momentos no van a volver a ser los mismos y es natural. Entonces, ¿por qué seguimos almacenándolos? Tantos recuerdos, ¿para qué?

Se supone que cuando no queremos recordar algo, pues nos duele, lo borramos de nuestra memoria y quemábamos todo lo que nos recordara a eso. Sin embargo, me han llamado extremista/exagerado por tener esa reacción y ya no sé lo que pensar. Seguir guardando recuerdos de alguna forma, es mantener la conexión con aquellos momentos, seguir dándole importancia de alguna manera, manque no nos importe más esa persona.

Así que "Burn them all!"

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